Nadie los quiere, nadie los necesita. Solo van a la cancha a descargar su furia descontrolada.
Una vez más y van… tantas que ya perdimos la cuenta. Otra vez el fútbol sanrafaelino puso en duda la participación de hinchas visitantes, hoy disfrazados de neutrales, que llevan banderas, camisetas y toda clase de objetos que los identifican. Otro partido más en el que se ratifica la necesidad de policías antes que de seguridad privada; opción que surgió como respuesta al presupuesto que implica pagarle a los efectivos y se ofreció como solución tras la escases en las arcas de los clubes, que atravesaron como pudieron la pandemia del coronavirus.
Resulta, que esta salida rápida, no fue más que una trampa, porque el personal contratado no tiene las herramientas para lidiar con este tipo de acontecimientos violentos. Y de maduro se cae que no van a arriesgar sus vidas en una pelea de hinchadas, segadas por el odio, que solo quieren demostrar su poder escudándose en el “amor por los colores” para corromper el deporte. No, no la tenes más grande por pararte de manos, no sos más valiente y tampoco demostras amor por tu camiseta por tirar piedras, revolear botellas de vidrio o cualquier objeto que tengas en frente; por el contrario, solo dejas en evidencia tu cobardía y tu falta de valor para ayudar a hacer crecer a tu club.
Lo que más entristece es la falta de comprensión. Hay que entender que el fútbol es un juego que empieza y termina adentro de la cancha; que cualquier acto de violencia no hace otra cosa que dañar. Porque ahora son los clubes, los dirigentes los que tienen que salir a poner la cara para evitar sanciones rigurosas. Hay que usar la cabeza, no se necesita ser muy inteligente para concluir que “los platos rotos”, los que rompieron esos violentos, los pagan los que están al frente de las instituciones y todos los que colaboran, de verdad, para hacer a los clubes mejores. Por eso, váyanse. No los queremos, no los necesitamos.
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